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La Tapati y su Haka Pei: la gran fiesta de Isla de Pascua

miércoles, 27 enero 2016 4767 Views 0 Comments

Foto superior: A. F. Reca

 

Cada febrero se vive con especial emoción en un rincón perdido del planeta. La Isla de Pascua, el trozo de tierra habitado más aislado que existe en el globo, se prepara durante todo el año para la llegada de la Tapati. La gran festividad Rapa Nui, homenaje a su todavía hoy misterioso pasado, recupera las tradiciones ancestrales de una cultura sencillamente fascinante. Son días de gran ajetreo y alboroto en la isla, que se engalana para coronar a la joven que será su reina hasta el año próximo.

Dos familias, dos clanes se enfrentarán en un sinfín de pruebas que desde su recuperación en los años 70 buscan realzar y poner en valor esta increíble cultura polinésica. Luchas vestidas de cantos tradicionales, de suertes de pesca con lanza, de pinturas corporales, de brazadas imposibles y de deslizamientos de vértigo. Luchas fraternales donde el miedo no tiene cabida y que tienen su cénit en la esperada Haka Pei: la batalla por ser el más rápido bajando una colina de 45 grados de desnivel con la única ayuda de un rústico trineo construido con troncos de plátano con velocidades que pueden superar incluso los 80 kilómetros por hora.

Pocos son los que se atreven a participar en esta prueba de fe solo apta para los más fuertes, los más admirados y también los más temerarios. Una demostración de ímpetu y sacrificio que esconde las esencias mismas de la tradición pascuence y que cada año convoca a una selecta multitud a los píes del cerro Pui para contemplar una de las competiciones más audaces de cuantas se conocen y, probablemente, el primer deporte extremo de la humanidad.

 

Un rapa nui se prepara para participar en el Haka Pei. (Foto: A. F. Reca)

Un rapa nui se prepara para participar en el Haka Pei. (Foto: A. F. Reca)

 

El domingo nace despejado en el verano de Pascua, una ligera brisa hace ondear el Te Reva Reimiro, la enseña Rapa Nui que simboliza el poder de la isla en un antiguo adorno pectoral. Los elegidos para la competencia llegan a los píes del cerro para seleccionar los mejores troncos, sobre los que pondrán su habilidad y su vida. Mientras inician el ascenso a la cima, en la llanura se termina de cubrir con piedras, tierra y hojas el curanto que se cocinará durante horas en silencio con el calor de rocas volcánicas y que más tarde alimentará a los asistentes. No es la única tradición que rodea la competencia.

Ya sobre la colina, con una vista privilegiada de la isla y de la inmensidad del Océano, los Rapa Nui afilan sus machetes para comenzar a preparar sus trineos. Dos troncos son lijados y unidos por cuerdas. Tan solo cuatro incisiones, dos arriba y dos en la parte superior, servirán para colocar unas agarradedas para pies y manos. Poco más son estos artilugios desprovistos de cualquier tecnología o mecanismo de seguridad.Quizá por la peligrosidad, patente desde primera hora en los rostros de los participantes, en este momento no existe la rivalidad. Todos se ayudan, se dan consejos y se dejan animar.

 

Umu Tahu, un rito ancestral

Terminado el montaje de los vehículos las pinturas se hacen protagonistas en el punto más alto del Pui. Los musculosos cuerpos de los Rapa Nui tintados ya por el sol se preparan para cubrirse con una segunda piel. Cada dibujo, cada línea que se dibuja en sus torsos y caras desnudas cuenta una historia, personal o colectiva, que poco a poco se va relatando al mundo. Hay quien usa sus propios pinceles, otros se dejan pintar por sus padres o hermanos. Todos se decoran con el mayor de los cuidados. Es parte de la puesta en escena, pero también una parte importante de la tradición.

 

Todo listo para el descenso. (Foto: A. F. Reca)

Todo listo para el descenso. (Foto: A. F. Reca)

 

Quedan pocos minutos para que se inicien los descensos. Unos niños emulan a sus ídolos cargando con pequeños troncos cuesta arriba, soñando con poder participar algún día en esa loca carrera en la que solo hay un ganador pero nadie sale perdedor. Es el momento más íntimo y místico de la competencia, el Umu Tahu, un viejo rito ceremonial que servirá para rogar a los antiguos por protección durante el descenso y bendecir los trineos. Los Rapa Nui se separan de los pocos curiosos que comparten la cima con ellos, se conjuran. Tres de ellos, los que parecen más veteranos se encaminan hacía una de las laderas, en las manos de uno de ellos se retuerce una gallina. Pronto será sacrificada. Será desplumada. Su carne se cocerá y se repartirá entre los demás participantes. Con su sangre se teñirán los últimos rincones de piel todavía sin cubrir. La escena es tan mágica como sobrecogedora. Un respetuoso silencio invade la cima.

Todo está listo para que se inicie la competición. Los trineos en la línea de salida. Los jueces comprueban sus cronómetros. Los curiosos son invitados a separarse del recorrido para no entorpecer la caída. El curanto prosigue su callada cocción. Uno a uno, los más intrépidos de la isla toman carrera, montan sus troncos y desaparecen colina abajo. “Este año la maleza está alta”, dice un lugareño contrariado. “Eso les frenará… pero sólo un poco”, advierte. Poco a poco van llegando a los píes del cerro. Cada llegada se celebra con abrazos y algazara. Uno se cae, otro pierde su trineo. Por fortuna, en esta ocasión, no hay que lamentar daños importantes. Son poco más de 10 segundos de pura adrenalina. Una locura. En Rapa Nui no existe el miedo.

Puedes conocer todos los detalles, fechas y horarios de las competiciones de la Tapati en la página oficial 

 

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Alfonso Reca

Periodista vocacional. Viajero empedernido. Y viceversa. Le gusta llevar la contraria, lanzarse en bomba a las piscinas y usar calcetines de rayas. Foodie con úlcera, cata vinos al por menor y mal cantante.

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