Gareth Davies visitó Chile cuando se tomó un año sabático en el 2012 y se enamoró de este lugar, en especial de la Patagonia. Por eso cuando un amigo de su país natal, Reino Unido, le comentó acerca de unos “whikes” que había dejado en Santiago de Chile no dudo en comenzar a planear su próxima aventura.
¿Qué son los whikes? Nosotros tampoco lo sabíamos hasta que Gareth nos lo explicó. Son triciclos a vela. Es decir, tres ruedas, una silla reclinada y dos pedales enfrente. Tiene el manubrio al lado de la cadera y una vela que se ajusta dependiendo del viento. (Ver foto) Estos originales artilugios son, a día de hoy, una de los formas de transporte más innovadoras y sustentables para el turismo de largas distancias.
Con solo 23 años, Gareth comenzó a organizar este gran desafío junto a su amigo Jo. No solo tenían el plan de viajar las 4.251 km desde el fin del mundo, Ushuaia (Argentina) hasta Santiago de Chile, sino que también querían juntar dinero para dos fundaciones muy cercanas a ellos: The Ann Dodgson Foundation y The Foundation for prader-willi research. Su meta era llegar en 36 días a Mendoza y recolectar 25.000 libras en donaciones.
“Fue un viaje bastante serio. Teníamos objetivos de distancia que habíamos puesto pero también queríamos ganar dinero para las asociaciones. No fue un viaje de vacaciones. Fue más duro que eso. Pero lo pasamos increíble”, explica.
Gareth nos cuenta que llevar el elemento clave de su expedición, el whike, hasta la Patagonia ya fue un desafío por sí solo. No fue fácil convencer a la compañía aérea para poder transportarlos aunque finalmente lo lograron. Pero al llegar a Punta Arenas, el bus que los llevaría hasta el punto de inicio de su aventura se negó en redondo a viajar con ellos en la bodega. ¿Cuál fue la única solución que encontraron? Pues algo tan simple como cansado, pedalear los 400 kilómetros que separan Punta Arenas y Ushuaia, dando así prácticamente por iniciado el viaje antes de lo previsto. Para el dúo, también fue una excelente manera de calentar el cuerpo. Jamás se habían subido al triciclo ni preparado para estas largas distancias, aunque para aventureros como ellos fue solo “una gracia más” del viaje.
“Fueron tres días con condiciones horribles, especialmente cuando estaba el viento en contra”, dice el viajero al rememorar su inesperado primer encuentro con el whike y las condiciones climáticas cambiantes de la Patagonia.
En ese lugar del mundo, el viento puede soplar a más de 100 kilómetros por hora y con estas velocidades los whikes alcanzan velocidades de 65 km/h. Pero lo que podría entenderse como un regalo del cielo para estos aventureros se transformó en una pesadilla por una simple razón: soplaba en dirección contraria a sus intereses. “Antes de partir, sabía que iba a ser duro, pero pensé que tendríamos viento y que no íbamos a tener que pedalear tanto. Pero fue mucho más duro de lo que los dos habíamos pensado. Pero eso estuvo bueno, hizo el viaje más histórico para nosotros”, explica con humor y resignación.
“Durante 5 minutos hacía calor; pasaban otros minutos y estaba lloviendo y hacía frío, te congelabas aun con chaqueta, gorro y guantes; y después de 5 minutos más, de nuevo, hacía calor”, nos cuenta el aventurero inglés sorprendido de cómo cambia el clima en el sur del mundo.
Cuando conversamos con Gareth nos damos cuenta de cómo se emociona cada vez que recuerda lo intenso que fue este viaje. Se le nota al intentar definir sus emociones y contarnos sus historias.
“Fue una lucha llegar. Todos los días terminamos hecho polvo, destruidos y hubo momentos en que queríamos parar. Nos preguntamos por qué lo estábamos haciendo. Estos momentos fueron lo peor. Pero luego, había momentos muy opuestos, sin preocupaciones y disfrutando el increíble paisaje que ofrece este lugar”, comenta mientras mira hacia un lado recordando cada detalle.
Para Gareth la magia de un viaje así son los momentos difíciles, porque siempre ocurren en situaciones cruciales. Nos cuenta que tener a un compañero de ruta fue clave: podían subirse el ánimo el uno al otro y conversar sobre lo que estaban pensando a cada instante. “Cuando uno estaba un poco débil y necesitaba de ayuda, el otro está ahí para levantar el ánimo. Fuimos un buen equipo”, sentencia.
El dúo lograba avanzar 120 kilómetros por jornada. Lentos pero seguros, recorrían la carretera mientras la gente les tocaban la bocina. “En la ruta 40 éramos unos famosos, todo el mundo nos conocía. Llegamos a Mendoza y éramos famosos”, dice Gareth con risas y un poco avergonzado por la repercusión de su aventura.
Una de las cosas que más recuerda y que le impactó de manera especial fue la generosidad de la gente: “En cada parte que íbamos nos ayudaban, nos ofrecían comida o alojamiento para pasar la noche. Siempre nos ayudaron, no sé si porque los animó la idea de nuestro estilo de viaje, pero en general la verdad es que querían ayudar”. Gareth terminó exhausto pero con la sensación de que la gente es realmente buena y de que en el día a día esto no se ve porque la gente no tiene tiempo de ayudar. Y, llegado este momento del relato, Gareth, sin ocultar su entusiasmo, no aguanta las ganas de contarnos la historia del súper héroe que cambió el curso de su viaje.
Fue una persona clave para el viaje igual que lo es en el videojuego. A 90 kilómetros del pueblo argentino Gobernador Gregores, Jo pinchó la rueda por novena vez en el día. Fue un día muy frustrante para ellos, pero a los pocos minutos pasó una camioneta que se ofreció a llevarlos hasta el pueblo.
Gobernador Gregores es un lugar pequeño donde solo había un lugar para arreglar bicicletas y Mario era el dueño. “Arregló los triciclos gratis, no nos cargó nada. Le dimos las gracias y después se ofreció a llevarnos al punto que pinchamos el día anterior en su camioneta para poder completar todo el viaje en triciclo”.
Gareth pensó que Mario volvería al pueblo a continuar con sus cosas, pero no. “Nos acompañó con su auto como vehículo de soporte por 4 horas. Al final hasta cenamos con él. Fue un crack”. Para ambos, Gareth y Jo, fue un momento trascendental en su excursión porque estaban decaídos al pensar en tantos pinchazos y en no poder completar el viaje. “El ‘Súper Mario’ llegó en el punto clave para rescatarnos. Él fue lo más importante del viaje. Increíble”, dice Gareth mientras recuerda que gracias a este gran hombre pudieron completar la travesía.
Finalmente, el día que llegaron a Mendoza fue maratoriano. “A las 3 de la mañana salimos con el viento a favor y llegamos a las 8 de la noche, fueron 17 horas e hicimos 295 kilómetros ese día, fue el día más largo”.
“Luego de haber superado este viaje entro a otros desafíos con menos nervios. Los encuentros son mucho más fáciles de entender y más fáciles de lidiar. Me ha puesto las cosas en perspectiva. Las cosas más pequeñas de la vida no me estresan tanto, las encuentro mucho más banales”, explica.
No pudimos evitar preguntarle si recomendaría a otros viajeros realizar un viaje con este tipo de transporte: “Mejor que no, solo si tienes una colina inclinada fuerte o un viento de 100 km/h detrás que te empuje”, aseguró con su gran sentido del humor. “Es divertido pero no para un viaje tan largo”, añadió. Además, en su opinión “tener que llegar a cierto punto en cierto tiempo nos motivó mucho más. El viajar en bici sin esa presión no me atrae tanto”.
Cuando Gareth recuerda su viaje se emociona, siente que todas las imágenes vuelven a su cabeza y explica que quiere comenzar otra aventura pronto. ¿Un último consejo? “Hazlo no más, a mi me enseñó mucho. Toda la experiencia, desde organizarlo hasta terminarlo, así como conocer el mundo y a la gente. Más que el viaje, es el camino que se recorre lo que define el viaje”.
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